viernes, 6 de febrero de 2015

Fábulas sobre el aceite de oliva


·      La caña y el olivo (Esopo).-
Discutían la caña y el olivo sobre su resistencia, su fuerza y su
firmeza. El olivo  reprochaba a la caña su impotencia y su facilidad para ceder a todos los vientos. La caña guardó silencio. Pero el viento empezó a soplar con gran violencia. La caña sacudida y doblada por el viento, salió indemne; en cambio el olivo, resistente a todos los vientos, fue roto por su violencia.

Enseña esta fábula que aquellos que ceden ante las
circunstancias y la fuerza, llevan ventaja sobre los que resisten a los poderosos.
Claro que la caña la usan algunos para dar golpes y a las hojas del olivo para bajar la presión arterial.





·      Los árboles y el olivo (Esopo).-
Decididos un día los árboles a elegir un rey que los gobernara,
dijeron al olivo:
-Reina en nosotros.
Y el olivo contestó:
-¿Renunciar yo al líquido aceite que tanto aprecian en mí los dioses y los hombres, para ir a reinar entre los árboles?
Y los árboles dijeron a la higuera:
-       Ven a reinar entre nosotros.
-       Y la higuera respondió igualmente:
-       ¿Renunciar yo a la dulzura de mis frutos para ir a reinar entre los árboles?
-       Y los árboles dijeron al espino:
-       Ven a reinar en nosotros.
-       Y el espino respondió a los árboles:
-       ¡Si es verdad queréis ungirme para reinar en vosotros, venid a poneros bajo mi amparo, o si no que Suja el fuego de la espina y devore los cedros del Líbano!

           Sabia conducta la del olivo que fue fiel a sus principios y no se dejó adular.


·      La lámpara (Esopo).-
Una lámpara rebosante de aceite lanzaba una luz hermosísima y se vanagloriaba de brillar más aún que el sol. Un momento después una ráfaga de aire la apagó.

Su dueño volvió a encenderla y dijo:
-Alumbra cuanto quieras, lámpara, pero no te compares. el resplandor de los astros no se eclipsa tan fácilmente.

Cuando se goza de cierta fama no hay que dejarse cegar por el orgullo, porque todo lo que se adquiere se puede perder.



·      El burro aceitero (Iriarte).-

En cierta ocasión un cuero lleno de aceite llevaba un borrico, quien ayudaba en su oficio a un aceitero.

A paso un poco ligero de noche en su cuadra entraba, y de una puerta en la aldaba se dio un porrazo más fiero.
¡Ay! exclamó. ¿No es cosa dura que tanto aceite acarree, y tenga la cuadra obscura?
Interprétese como el que junta muchos libros y no los lee. 





·      La luz prestada (de la antigua China).-

Una muchacha de uno de los talleres de la ribera era tan pobre que no podía comprar aceite para la lámpara; por eso las otras muchachas decidieron expulsarla. Cuando la infeliz se iba, dijo a las demás:
         - Porque no tenía posibilidad de pagar la luz, siempre llegaba la primera y barría y arreglaba los asientos. Vuestra luz ilumina las cuatro paredes, ¿por qué no queréis que yo la comparta? A vosotras no os perjudica prestarme vuestra luz; en cambio yo os soy útil. ¿Por qué me arrojáis de aquí?
         Dándose cuenta de la verdad que había en sus palabras, le permitieron quedarse.